El invierno se acerca otra vez. Da miedo que los meses pasen tan deprisa. Se convierten en años sin que ni siquiera me dé cuenta. Sigo en mi viaje, sigo atrapada en ese estadio intermedio de la vida en el que acabo de llegar de algún sitio que he dejado bien atrás y me abro camino hacia algo nuevo.
Supongo que lo que intento decir es que aún no tengo las ideas en orden. Todavía.
He aprendido que el hogar no es un sitio, es un sentimiento. Puedo hacer que la casa se vea tan linda como se pueda, embellecer las ventanas, poner un tapete que diga "hogar dulce hogar", ponerme un delantal y hornear galletas, pero lo cierto es que no quiero quedarme aquí para siempre.
Es como si estuviera esperando en la estación del autobús tocando un instrumento para ganar algunas monedas, justo lo suficiente para esperar por la próxima salida.
Tengo que organizarme la vida. Necesito hacerlo porque no creo que ningún príncipe azul venga a rescatarme. Los cuentos de hadas son historias maléficas para los niños pequeños. Cada que estoy hecha un lío espero que un hombre de pelo largo y finos modales llegue trotando a mi vida (a caballo, por supuesto, no trotando él literalmente). Luego me doy cuenta de que no quiero que un hombre llegue trotando a mi vida porque, para empezar, los hombres son quienes me han metido en este cochino lío.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario